DE VERDAD

Berlín, 27 de febrero de 2023

Amorcito mío,

Hace unos meses ya que con tu viejo venimos medio a los ponchazos. Vamos y venimos tratando de acomodarnos al otro sin perder nuestra propia identidad. Nos cuesta. Somos los dos artistas con un ego tremeeendo, criados por tus abuelos con enorme amor, pero traumados por nuestras infancias de clase media alta de los 80 en Alemania y los 90 en Argentina (décadas doradas), y nos cuesta ceder. Desde la editorial Orsai dijeron algo como que “la verdadera paz es no necesitar tener razón”. Aunque lo recordaba como que la verdadera libertad es no necesitar razón. In any case, me parece importante que no olvides esa idea a lo largo de tu vida, para cualquier tipo de relación, pero en especial la de pareja..

Hace poco yo empecé a ponerle onda de verdad. Empecé a hacer un montón de cosas para sentirme mejor y envenenar menos lo que ya es complicado. Empecé a entender de verdad lo que era darte el ejemplo, ser tu rol a seguir, al menos en estos primeros pasos, que a simple vista parecen los más simples, pero son los más claves. Simplificado, un bebé es un tamagotchi. Hay que cubrirle las necesidades básicas, y evitar a toda costa que muera (aunque pareciera que es en lo que más se empeñan, el meterse en situaciones donde corre el riesgo su vida…). Pero son las huellas silenciosas las que más pesan. “Los primeros mil días”, le llaman. Durante esa etapa (desde que eras un ramo de células en mi panza hasta que cumplas 2 años), vos sos un cachorro frágil, y todo lo que te pase en ese período de tiempo va a impactar en el resto de tu vida. Esos primeros mil, definen el tipo de calidad de salud que vas a tener, a nivel físico y mental. Por supuesto que te van a ir pasando una millonada de cosas, buenas, malas, mágicas y terribles- a lo largo de lo que espero sean muchos años de vida, que te van a ir forjando el carácter y la integridad física, mental y emocional. Pero desde el embarazo, hasta que cumplas más o menos 2 años, se termina de moldear tu forma de base como una bola de arcilla, se define el tipo de persona que serás “por default”. Con lo bueno, lo malo, lo mágico y lo terrible. No lo digo yo, eh. Hay bocha de evidencia científica de esto.

Te compré un libro con el que ando medio obse, pero trato de no imponértelo. “Tu cuerpo es tuyo”, se llama. Hace varias semanas ya que, sin que yo trate de influenciarte -sólo dejando a la vista el libro-, de vez en cuando me pedís que te lea ese para dormir. Te gusta que la primera página es un sinfín de caritas de niños, todas diferentes. Después empiezo a leerte: “todos tenemos un cuerpo, sólo uno. Tu cuerpo es tuyo, y de nadie más”. Ya después de eso perdés interés y me pedís que siga con uno de animales o el que hace música cuando tocás los botones, que son tus preferidos. Es tan importante que quieras y entiendas a tu cuerpo, que te lo sepas escuchar; que tengas una relación sana con tu cuerpo (como con todo, no?). Yo vengo de una generación muy castigada, muy cagada a palos y muy cagada a pedos sobre todo lo que es el cuerpo, y sólo tengo miedo de no darme cuenta que tengo que compartirte algo, y echarlo todo a perder. Aunque no hace mucho, cuando te mezo para que hagas noni, se te dio por meterme la mano en la remera. La mayoría de las veces me abrís el escote con suavidad, como pidiendo permiso casi, y simplemente me apoyás tu bracito tibio en el pecho. Otras veces, te agarra como una intensidad, como un frenesí, y no parás de manotearme agresivamente la teta, hasta llegar al pezón y pellizcarlo como queriendo subir el volúmen de la radio. Cuando te ponés así siento que es porque te saqué la teta de manera abrupta (es que disfruté con locura de dártela, pero también 14 meses de lactancia me estaban volviendo loca). Pienso eso y me carcome la culpa (aaaaaagh, la maldita culpa!), y aguanto todo lo que puedo sin decirte nada por pellizcarme toda (y si tenés las uñas largas se sienten como navajitas que me aprietan), pero llega un punto que no doy más de dolor y de incomodidad, y te susurro para no despertarte del todo: “Marlon, es mi cuerpo, tratalo con amor.” Y parás. Te juro que dejás de hacerlo y me empezás a hacer mimos, o simplemente dejás el brazo ahí quietito y amoroso. Nos venís poniendo a prueba con el tema de los límites y el “no”, y realmente no siempre hacés caso, o al menos no antes de decirtelo 346 veces. Pero que respetes el límite cuando te pido que respetes mi cuerpo, me parece conmovedor, y me da un orgullo tremendo. Qué lindo saberte parte de los varones del mañana.

A veces me inundo de culpa, sobre todo (también) cuando no estamos bien con tu papá. Aunque (ya) no peleemos enfrente de vos, hubo muchas veces que sí. Veces muy feas y otras hasta horribles. Especialmente antes de que nacieras, porque por más que estabas presente, no sentíamos tu mirada de esponja. Y me llenaba tanto de culpa, cada vez. Y me vuelvo a brotar de ella, cada vez que me acuerdo. Siento que fallé como madre, que debería haberte protegido más, o mejor. Me da tanto miedo cagarla con vos… Spoilers alert: todos la cagamos. Todos los mapadres, mayoritariamente. Todas las madres, en especial. Pero que sepas, yo me muero de culpa y angustia cuando me la mando. Pero cada vez, te pido perdón. Incluso cuando estabas en la panza. Siempre te explico cuando estuve mal y cómo me siento al respecto. Tampoco es tan seguido, soy muy cuidadosa con vos con esas cosas. Pero como pasar, a veces hacer o decir algo en frente tuyo que no debería, pasa. Y en esos momentos entro en un tirabuzón dicen propio de cualquier madre, de culpa desmesurada y autoflagelo. “Soy la peor mamá del mundo”, pienso. Pienso en que no tenés ni 2 años y que ya eché todo a perder. Otras veces cuando cometo un error en frente tuyo, simplemente me río de lo absurda que soy, y digo en voz alta e irónica “la peor mamá del mundo”, mientras te como a besos, y esas son mis veces favoritas. Porque si hay algo que nunca encontré en tu mirada, aún en los peores momentos, fue dolor. Jamás me has mirado con desilusión, con miedo o con desaprobación. Quizás y muy probablemente porque todavía no tenés la capacidad de llegar a la mayoría de esas emociones. Y si algún día me cruzo con tu mirada así de emocionada, me va a aliviar saber que al menos no fue durante tu primer millar.

En los últimos días tuviste un golpe de crecimiento, y no sólo pegaste un estirón tremendo de altura, sino mental. Empezaste a entender juegos que antes no, disfrutás mucho más de la parte de escuchar un cuento y no sólo mirar los dibujos del libro, repetís palabras como un loro, te tirás sólo del tobogán, y pasaste de ser el bebé más hermoso del mundo, al niño más hermoso de todos.

Pero hubo dos cosas que en particular me llamaron la atención:

*Nota de la autora: en Alemania, cuando un niño no está midiendo bien su fuerza, o da una cachetada a alguien, o cuando se le quiere avisar que hay que hacer algo con delicadeza y ternura, como un mimo, se le dice “Ei ei” (pronunciado “ay ay”). Mi humilde interpretación es porque “Ei” en alemán significa huevo, y si uno manipula a un huevo a lo bruto, se rompe.

La semana pasada te estaba cambiando el pañal sobre el cambiador, y mientras te levantaba, me golpeé la cabeza contra la puerta de tu cuarto, que había quedado a medio abrir detrás mío. Del dolor y la sorpresa, di un pequeño grito. Mientras te sostenía sobre mi cadera izquierda, con la mano derecha me froté donde ya podía sentir un chichón asomando. No quería demostrartelo mucho, pero me re dolía. “Sssssssss” dice, como aspirando para adentro con los dientes y los párpados apretados. Vos todavía a upa me miraste a los ojos mientras, y con la decisión de un paramédico me pusiste tu manita diminuta pero gigante sobre mi cabeza, y me dijiste “Ei ei”. O sea el hecho de que muestres empatía y compasión sin siquiera haber cumplido años me parece una locura hermosa, es mi certificado de maternidad de que no estoy haciendo las cosas tan mal. Es que tu corazón, Marloni, es una cosa que no me entra en el cuerpo. Porque ni siquiera es el “Ei ei” que usamos nosotros con vos. Yo te doy besos cuando te golpeás, no te acaricio la herida, te la beso y te digo otras cosas, como que es horrible golpearse la cabeza y que entiendo cómo te sentís. Vos no copiaste ese gesto, lo armaste vos porque es algo que entendiste, y que tenés dentro.

No sólo que uno es lo que es, sino que cada uno es y hace lo que puede. Siento que esa lección te va a costar un poco más entenderla (o admitirla), pero trust me, when you do, te vas a sentir menos solo. Estamos todos en la misma, amor. Ninguno sabiendo muy bien qué está haciendo, pero pujando por el mejor outcome posible.

El cuerpo humano, hijo, ese que tenés vos tan bello, blanco, dorado, suave, robusto y por alguna inexplicable razón tan alto, es una máquina maravillosa que no la podés creer cuando empezás a estudiarla. Es una locura cómo funcionamos, somos ciencia ficción. Desde que supe que habitabas dentro mío, me empeñé en darte los mejores 1000 días que pudiera darte. Me convertí en una experta sobre el embarazo, los bebés y los niños; cocinaba, comía, dormía, tomaba complementos de vitaminas y hierro, hacía y deshacía como la mejor alumna que la medicina y la psicología modernas pudieran tener. De verdad! Tu abuela no podía creer, mi nivel de responsabilidad, compromiso y prioridad con el que te trataba entonces y como te he tratado siempre, desde que me enteré que existías.

Lo más alucinante del embarazo para mí (aparte de que me flasheaba mal la idea de no sólo tener a una persona muy pequeñita dentro de mí, como una perla dentro de una concha de mar, y dentro de ella toda su mente y su alma, dentro mío había un universo -de ahí tu segundo nombre: Cosmos-), fue comprender que nuestro cuerpo no sólo es un circuito perfecto en sí mismo, sino que el mío -por haber nacido mujer- estaba programado no sólo para unir un pedacito mío con el de tu papá y darte cuerpo y forma, sino que estaba específicamente diseñado para trabajar en conjunto con el tuyo, para traer al mundo la mejor versión de vos posible. Fuimos equipo, alianza, desde antes de que naciera. fuimos un engranaje perfectoY aunque lo aprendí muchísimo después, tu cuerpito de feto creciendo dentro del mío, como un engranaje preciso, estaba perfecta y específicamente diseñado para trabajar con el mío (y convertirme en mi mejor versión). “Durante el embarazo, las células del bebé migran hacia el torrente sanguíneo de la madre y luego circulan de vuelta al bebé: este proceso se conoce como Microquimerismo Materno~fetal. “ dice @campatafio. “Por 41 semanas, o el tiempo que dure cada gestación, las células circulan y se unen, yendo y viniendo. Cuando el bebé nace, o si el embarazo se interrumpe, muchas de estas células permanecen en el cuerpo de la madre, dejando una marca permanente en los tejidos maternos: principalmente médula ósea, cerebro, piel; y suelen quedarse por décadas. 

Cada bebé que esa madre pueda gestar luego, va a dejar una huella similar en ella también.

No importa si un embarazo se interrumpe voluntariamente o no: las células pasan y permanecen en la madre.

Se han encontrado células fetales en el cerebro de la madre aún 18 años después del nacimiento.

También en embarazos de apenas 6 semanas, aunque se cree que desde la concepción pueden quedar también. Varios estudios comprobaron que si la madre sufre, por ejemplo, una herida en los tejidos del corazón, las células fetales van a acudir inmediatamente al sitio de la lesión con el poder de diferenciarse en el tipo de célula específico requerido que puede especializarse para sanar ese tejido.

Bebé ayuda a reparar, reconstruyendo a la madre, mientras la madre crea, y protege a toda costa a bebé: asegurándose ambos así su seguridad y supervivencia.
¿Cuan increíble es esto? 
Este es uno de los motivos por los que ciertas enfermedades desaparecen durante el embarazo.
Al ser madres, entendemos y sentimos intuitivamente a nuestros bebés aún cuando no están cerca físicamente…

Ahora simplemente tenemos la prueba científica de que los seguimos llevando con nosotras por años y años luego de haberles parido.

Cuando sientas que tu mundo entero cambió desde tu embarazo, aquí está el recordatorio de que creaste vida, sostuviste vida, y tu cuerpo sigue transformándose alrededor de esa vida aunque no estén ahí. 

No es sólo una percepción: literalmente cambian nuestros cuerpos para siempre. “

Digo, más allá de desear o poder un embarazo, entender que nuestro cuerpo funcione así es una locura, y espero, hijo, te despierte algún nivel de fascinación entender cómo funciona tu cuerpo (y el de tu madre, ja), porque es entender una parte muy importante tuya, es entender cómo funcionás, y por qué. Es un viaje hermoso también estudiarse a uno mismo a nivel mental y emocional, pero es un poco más intrincado y puede volverse un poco complejo. Es importante mirarse al espejo y ver a un amigo, ver en tu propia mirada un alma tranquila, y no un alma cansada o perturbada. Se hace más fácil (y más rápido) con herramientas como la terapia, la astrología, los psicodélicos, los buenos amigos, el amor sano, hacer ejercicio, hacer yoga y/o meditar. Aunque, también, el dolor nos enseña y nos fortalece. Pero hay que estar atentos de no caer en el dolor y quedarse a vivir allí. Pasa que el cuerpo es una máquina milagrosa, pero también bastante delicada e influenciable: ay que cuidarlo, protegerlo y escucharlo. La mente es una especie de superpoder divino alucinante, pero también es muy pilla y al mismo tiempo vulnerable. La mente puede tanto sanar como envenenarte a vos mismo, y también puede enfermar (y sanar) al cuerpo. Es importante que haya harmonía con todas tus partes, y que seas una persona sana en tu todo.

Hoy fue mi “day off”. Hace poco logramos (después de mucho tire y afloje) una gran negociación con tu papá, que creo podría salvar nuestra relación y por qué no, la humanidad: decidimos que cada uno tenga un día a la semana sólo para sí mismo. Por 24hs a la semana no tenemos un hijo, ni una pareja, ni un hogar que sostener. Durante 24hs a la semana somos dueños de nuestro tiempo, de nuestras miradas y nuestros cuerpos. Lo extrañaba mucho, yo. Siempre fui de necesitar de mucha soledad para poder regularme, y aunque vos viniste a darme más amor y la plenitud que podría jamás haber imaginado, también me quitaste toda esa libertad, la soledad, el silencio, el tiempo, horas de sueño. No te lo tomes a mal! Capaz algún día te pase lo mismo. O no. Ya verás. Pero no te das una idea lo que disfruto de ese alone time, me renueva, me rejuvenece, me aleja y me acerca, me hace mejor mamá. Tampoco te das una idea de la extrema felicidad que me genera verte cuando vuelvo a mi lugar de mamá. Cada vez que te veo, de verdad! Se me ensancha la sonrisa, se me infla y abre el pecho como un pimpollo estallando en primavera, como un pollito rompiendo el cascarón. Y me sale desde lo más adentro, casi sin pensarlo, te grito: “hOolaa!”. Y a vos se te ensancha la sonrisa al unísono con la mía. Y mientras corrés a mí te matás de risa, y yo me muero de amor. Cuestión que hoy volvió tu viejo de una fiesta, y se le notaba en la sonrisa las 4 birras que se había tomado. Yo, mientras te escribía esta carta, me tomé dos copas de vino, que también se me colaban por los bordes de la sonrisa. Me alegró verlo, cuando llegó. Me alegró también darme cuenta de que me alegraba verlo llegar a casa. Ni me acordé de las peleas, ni los problemas, ni los ponchazos. Estaba revitalizada y reenergizada después de pasarme el día haciendo cosas por y para mí, y para nadie más. Y, aunque no se nos habían solucionado todos nuestros problemas, a los dos se nos había caído el velo del enojo y el de las heridas. Creo que después de mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucho trabajo de ambos cada uno por su lado, pero especialmente por el trabajo que hemos finalmente aprendido a hacer en equipo, creo que finalmente estamos sanando. Así como nos tomaron de sorpresa los conflictos (aunque todos los padres con hijos chiquitos nos dicen que están pasando por lo mismo), también nos tomó por sorpresa la pérdida de distancia que tuvimos anoche. Ni siquiera me molestó que interrumpiera mi sesión de escritura. Nos sonreímos los dos y tuvimos una cita sin planearlo. Se acercó a mí, me saludó con un beso en la boca, sin mucho preámbulo abrió un vino italiano riquísimo que sirvió con el decantador que le regalé, cortó un chorizo ahumado picante de España y un salame de burro francés que compramos el otro día en el mercado, un poquito de queso, puso música. Nos miramos a los ojos con tu viejo, le miré bien adentro de esos ojos verdes divinos que tiene que te mezquinó (igual que tu abuelo conmigo). Vos dormís plácidamente y no nos cansamos de espiarte por el baby monitor. Nos miramos con amor. Nos hicimos mimos y chistes. Hubo tregua. Brindamos, un poco borrachos, con la guardia baja, sonrientes, creyendo otra vez en el otro y en algún tipo de futuro. Los dos coincidentemente nos habíamos puesto camisas hawaianas (él clásica tropical, roja con plantas amarillas y yo negra con flores blancas, corte rockabilly y unos pequeños voladito en las costuras de las mangas), contrarrestando un poco el aire polar de afuera, soplando agresivamente nieve arremolinada en este febrero berlinés que pareciera no terminar más. Está áspero allá afuera (y a veces acá adentro también). Pero le estamos poniendo onda, en todos lados. Es una linda sensación, sentir que estás moviéndote para el mismo lado con alguien. Como cuando te parás arriba de mis pies, nos tomamos de las manos y bailamos juntos. Amás esa sensación de moverte al compás mío, y yo también. Amo lo afectuoso y amoroso que sos. Cuando nos ves besarnos o acariciarnos, siempre gritás de alegría, te agarra como un éxtasis y la comisuras de la sonrisa se te pegan a las orejas. Te encantaría vernos ahora, mientras hacemos chin chin y nos disfrutamos un poco en silencio; la ternura se huele en el aire. Es importante que también seas testigo de las reconciliaciones.

No sé ni qué va a pasar, ni cómo nos vamos a sentir en el futuro. Pero sí puedo decirte, con ambas manos en el corazón: que estamos haciendo lo mejor que podemos, tratando de ser nuestras mejores versiones. Y que vos sos el motor absoluto que propulsa esta constelación que es la pequeña familia que armamos, desde el amor total que nos tenemos, pese a todas las peleas y a todas las cosas que deberíamos o podríamos haber manejado mejor enfrente o respecto de vos en estos últimos dos años. No ayudó la pandemia, tampoco (pero supongo leerás sobre eso en los libros de Historia). Hubo varios factores chotos que entorpecieron mucho nuestra relación. Pero, como te digo cuando terminás en el piso pero no te lastimaste: tropezón(es) no es caída, amor. Nos queda mucho trabajo aún (las relaciones son laburo constante), estamos pujando para el mismo lado. Somos padres imperfectos, pero actuamos y decidimos desde el corazón. Y vos sos producto de un amor enorme, que de eso no te queden dudas. Pase lo que pase.

Tu viejo me mira con ojos borrachos, me sonríe como sin poder creerlo. Cuando se pone así, no en pedo, picado nomás, como el mar, se olvida de todo lo malo como por arte de magia. Y me mira como si fuese la mujer perfecta. Es contagioso que te miren así. Empiezo a mirarlo yo, un poco embobada también. Los dos abrimos la boca, como si nos hubiese caído la ficha de algo romántico para decir. Tomamos aire como tomando coraje, y decimos al mismo tiempo: «Marlon is the best» («Marlon es el mejor», dice tu papá) / «Marlon is so cuuuute» («Marlon es tan tiernooo», digo yo).

Tu cuerpo es tuyo, y nuestros corazones también. P’a siempre, de verdá’!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: